Cuando
lo tenía delante no paraba de pensar en lo que debía hacer para mañana. Cuando
sus sentidos no lo percibían no podía dejar de pensar en ello. No tenía
consciencia real de los sabores, olores o colores, se podría decir que no tenía
consciencia ni de su propio cuerpo. Soñaba con un futuro lejano que no llegaba,
y cuando llegaba se angustiaba proyectándose en la nostalgia del pasado. Fue
solo y solamente un minuto antes de morir, poco antes de dejar realmente de
sentir, cuando por su mente pasaron las palabras “aquí y ahora”. Vivió por primera vez y por última el presente.
Pero entonces… entonces ya era demasiado tarde.