lunes, 29 de agosto de 2016

Dulce llanto

Entre las ramas de los árboles y en el propio vacío de la sabana, se podía distinguir el peculiar llanto de un niño recién nacido. Su llanto no era agudo o estridente, era más bien todo lo contrario. Grave y absorbente, parecía viajar a través del viento, comunicándose con los animales, pequeños o grandes, que quedaban profundamente aletargados al percibirlo. Poco a poco, todos ellos levantaron sus orejas, y como en una única manada se dejaron llevar por sus instintos, buscando tranquilamente y sin correr, el lugar del que surgía aquel llanto que tan relajados los hacía sentir. Marchaban leones, hienas, cebras, jirafas... como en un desfile, caminando ordenadamente y sin mirarse los unos a los otros, haciendo caso tan solo a la sensación de bienestar que tan de repente les había embargado.

Tras cientos de pasos andados, los animales llegaron a un pequeño montículo de hojas del que asomaban unas manitas rollizas, que se movían al compás de aquel llanto que ahora se había transformado en balbuceos. La piel oscura y ligeramente verde de un niño, brillaba con los últimos cálidos rayos del sol. Los animales no paraban de acumularse a su alrededor, y cuando el sol se escondió por completo, la hierba abrazó al bebé dejándolos perplejos. El silencio los despertó a todos, fueron conscientes de sus presencias y fue entonces cuando comenzaron a perseguirse los unos a los otros.

(Relato publicado en la tercera edición de Purorrelato de la Casa de África)


miércoles, 24 de agosto de 2016

Irritado y molesto

Dolor de cabeza intenso. Siente como los límites que rodean el vacío de su interior están irritados y molestan. A cada momento nota que su dolor podría calmarse alcanzando otra meta, pero los logros llegan efímeros y se desvanecen como gotas de agua en el mar. El peso de la incertidumbre, la necesidad de sentirse independiente y con las riendas de su futuro sólidas. ¿Acaso no podría convertirse eso en una luz lejana y que al alcanzarla nada aporta? ¿Y qué pasaría si fuese cierto? Es el camino constante de una búsqueda por calmarse. La presión de su ego. Los demonios que asoman tras los pliegues de su ropa. La envidia, el afán del reconocimiento en los otros. Y con ellos se contraponen ideas confusas, la necesidad de un dejarse llevar sólo por sí misma, de estar sola. El imposible y la mentira que luchan dados de la mano, y que se acomodan y bailan entre sus neuronas. Mientras tanto, a lo lejos se escucha el molesto sonido de un taladro y con el él el recordatorio de las rutinas que se repiten inevitables y constantes. Y de él surge el cansancio que genera plantarles cara por la creciente necesidad de romperlas. 

lunes, 22 de agosto de 2016

Ojos hinchados

Se sorprendió a sí misma mirando fijamente la entrepierna de aquel personaje absurdo, que se contoneaba entre mujeres desnudas en la pequeña pantalla de su televisor anticuado. Eran las tres de la mañana, quizás las cuatro o las cinco, poco importaba. Sobre la mesa varias botellas de cerveza vacías y trozos de hierba desparramados. Ojos hinchados. Su mirada perdida jugaba a zambullirse en aquella película porno llena de clichés, en la que abundaban las escenas de penetraciones desenfrenadas y los bailoteos de tetas enormes. Parecía muy concentrada en todo aquello, aunque era reseñable su rostro inexpresivo y carente de la más mínima excitación. De repente, apartó la mirada del televisor y decidió que sería mejor acompañar aquella patética escena de un buen porro reciclado con las sobras que se esparcían sobre la mesa. Mientras lo liaba se le escapó una lágrima, tragó ruidosamente saliva para contener el resto y buscó desesperada el mechero. Con la primera calada vino a su mente la odiosa pregunta: "¿Dónde queda ahora la niña buena?" y mientras sentía como el THC se esparcía en sus pulmones se auto respondió con un : "que le jodan". Habían discutido de nuevo, ella llevaba varias horas esperando a que por arte de magia él entrara por la puerta con una sonrisa y nuevas energías sin viciar. Sin embargo, él había huido con un sonoro portazo y aunque ella se había rebajado de nuevo pidiéndole diez mil disculpas, a pesar de haberse prometido no volver a hacerlo, llevaba ya horas esperándole. Entonces, mientras se perdía entre el denso humo y los gemidos lejanos del televisor, decidió olvidarlo todo y se imaginó tirándose a otros mientras su cuerpo volaba sobre una suave nube ficticia. 

miércoles, 17 de agosto de 2016

El cerebro y la locura

Cuánta presión siento en la cabeza... ¿se estará encogiendo mi cráneo? Quizás sea por eso que me duela tanto al pensar, que me canse tan rápidamente... y ese dolor tan aguado... dios... tendré que consultar al médico... Pero me llamará loco, me llamará loco cuando me presente a su consulta con un metro y la libreta donde apunto el diámetro de mi cabeza mensualmente. Y aunque le enseñe ese listado de números que cada vez se hacen más pequeños no me creerá y me aconsejará ir a psiquiatría... ¿Y si me hago una foto cada semana? ¿También él notará la reducción? Es que no lo entiendo, es desproporcionado, me miro al espejo y veo mis anchos hombros, mis brazos largos... y coronando el cuerpo, esa pequeña cabeza en constante disminución, como una ciruela que se convierte poco a poco en pasa. ¿Por que sólo lo veo yo? ¿Es que el mundo está ciego? ¿A nadie le importa que me convierta en un ser irracional? ¿A nadie le importa que mi masa cerebral se encoja tanto que ya no sea capaz de pensar, de sentir, de recordar? Seré un cuerpo sin mente... un mono de feria, y me disecarán, y me llevarán al museo como si fuese una especie de reliquia extraña: "El hombre de la cabeza más pequeña del mundo". Aunque al menos así seré especial... porque ¿Seré especial, verdad?

(Relato seleccionado para la publicación de "Cosas imposibles con un amor posible" en la categoría de Jóvenes Escritores realizado en 2008)