Miró hacia abajo y un enorme torrente de energía se escapaba
de entre sus piernas. Un potente rayo de luz que atravesaba el suelo de su
habitación y que amenazaba con dejarla no sólo desconcertada, sino también
ciega. ¿Venía de su interior todo aquello? ¿Qué significaba? Llevaba varios meses
sintiendo profundos e interesantes hormigueos que se resbalaban desde la parte
inferior de su vientre, hasta aquel pequeño botón rosado que formaba su clítoris.
No le dio importancia, lo ignoró una tras otra, tras otra, tras otra vez. Tantas veces que pensó desfallecer o perder su
mano al derretirse si intentaba calmarlo. ¿Cuánto tiempo había pasado
intentando enmascararlo? ¿Intentando olvidar el nombre que invocaba la imagen
de la persona causante de aquellas sensaciones en su cuerpo? Y es que cuanto
más intentaba olvidarlo, más se personificaba en su inconsciente, más crecía,
más necesitaba alimentarse. Cuanta menos importancia creía otorgarle, más
ganaba la importancia engullendo conexiones en su cerebro, acaparando rincones visibles
e invisibles. Ahora… ahora era demasiado tarde, había explotado.