domingo, 25 de septiembre de 2016

Algo feo

Cuando el telón cayó frente a su cara se hizo el silencio. Se destruyó el escenario, se destrozó el atrezo. Solo quedaban ella y aquel personajillo arrugado que intentaba esconder su desnudez con un trozo de tela roja. El hombrecillo temblaba, como también lo hacía ella. Él por su fragilidad, ella por su vergüenza. Ambos se miraban fijamente perplejos. Ojos enormes. Pupilas dilatas. Aquella criatura masculina había aparecido de la nada. Generación espontánea. Nadie lo había invitado y probablemente ni él mismo deseaba su existencia. Sin embargo allí estaban, ella sentada frente a las ruinas del escenario observando perpleja, y él de pie en el centro del caos, buscando respuestas en su mirada. Quizás la criatura fuese fruto de aquella obra teatral mala que acaba de presenciar, de un argumento infantiloide,  de actos predecibles y giros sin justificación lógica en un guión bien escrito. Lo indudable era que la mentira había caído, como tantas otras veces. Pero esta era la primera vez que se materializaba en algo tan feo. 

sábado, 24 de septiembre de 2016

Y que pensé que la soledad se transformaría en grito. En una vorágine llena de ideas, de palabras entrelazadas en escrituras deformes. En sensaciones acompasadas que se apilarían formando creaciones. Pero lo que llega a mis oídos es un goteo constante. Información ordenada. Mirada frívola. El sin-sentir la necesidad de una respuesta. El  rechazo a la asfixia de egos inflados. Ojos que solo devuelven sus propios ojos. Poros que no sudan sino que lo absorben todo sin ofrecer nada. 

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Las voces de la calle son distantes, las escucho cerca sí, pero comprenderlas es difícil. Balbuceos confusos. Ante mis ojos pasan rostros, caras enormes que se quedan mirándome, escrutadoras. Siento que todos esos ojos intentan entrar de alguna forma en mi mente, juzgar lo que ahí guardo, mis secretos, mis recuerdos oscuros, mis inseguridades, mis dudas. Algunas miradas me son familiares, pero cuando se acercan solo quiero huir, salir corriendo. ¿Se están cerrando mis párpados? Estoy segura de que ahora mis ojos son muy pequeños. ¿Se habrán dado cuenta los demás? Sí, no hay duda de ello, debo intentar mantenerlos muy abiertos. Cada paso es una tarea arriesgada, siento la presencia de peligro, debo estar alerta. ¿Por qué se acercan a hablarme? No sé qué decir, qué contestar, sólo quiero que me dejen sola para no tener que seguir manteniendo la compostura. Estoy haciendo el ridículo. Sí, lo estoy haciendo, por eso todos sonríen y ríen. Me alejo de la multitud. Camino errante por calles que conozco al dedillo de día, pero que ahora parecen haberse transformado en un complejo y retorcido laberinto. ¿Se están oscureciendo los bordes de mi entorno? ¿Por qué me es tan difícil enfocar la mirada? Un túnel. Eso, un túnel oscuro que se va cerrando en torno a mí. Creo que es el momento de huir a casa, encontrar un taxi y fingir por última vez antes de irme a dormir.