sábado, 23 de enero de 2016

Cuando el sin-dormir viene

Me miro dentro, y en ese adentro no hay nada. Los ojos abiertos, abiertos incluso cuando los siento cerrados. Me doy la vuelta, y vuelvo a moverme muy rápido porque hay algo dentro del estómago que me impide dormir. Y entonces me concentro, me concentro en mi cuerpo y en mi mente al mismo tiempo, los siento a ambos como una carcasa vacía. Siento los años, el peso del tiempo. Siento las expectativas buscándome. Siento la voz dulce y lejana de una niña que me susurra muy bajo pero constante: “¿Qué has hecho? ¿Es suficiente?” Los ojos ajenos de ti, de la idea de ti observándome fijos, juzgándome. La mirada irrompible que al final acabó quebrándose, porque ninguna mirada, aunque llegué a pensarla inquebrantable, es ajena a la caída. El final de las noches con mi propia mirada observándome, esperando encontrarse con algo más que una carcasa vacía.