martes, 9 de enero de 2018

Tic Tac

El puntero del reloj se mueve con su tic tac incesante. Los segundos pasan y le siguen los minutos, las horas, los días. Cuando me doy cuenta miro el calendario y ya ha pasado una semana, un mes, un año. Y esa agonía se aloja en mi pecho, me constriñe por dentro, como una voz turbia que me desagrada y me recuerda que el tiempo presente no puede recuperarse. Me susurra, a veces me grita y me exige con ansias que no pierda el tiempo. Y mientras me preocupo por ello, irónicamente, es ese mismo tiempo el que se me escapa. Datos apuntados en mi agenda como hormigas con patas largas que devoran sus hojas. Citas, eventos, deadlines, horarios de entrada y de salida… convirtiéndose en hilos invisibles que controlan mi vida. Una vez creí ser libre, pero ese calendario que me observa día tras día me desvela la ilusión en la que creía. El ruido en la calle no ayuda. Las multitudes me entorpecen como una masa vacía encapsulada en segundos, minutos y horas que también se les escapan. Observan sus móviles, agachan la cabeza y de alguna forma, como yo, sienten que sus pies los llevan sin saber muy bien cómo al siguiente punto pre-programado al que acudir.

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